1.16.2012

Aby Warburg en los desiertos del alma


Descubren las yemas de los dedos, sobre las gruesas hojas de un libro perfectamente editado de Aby Warburg, editorial Sexto piso, una experiencia estética. El tacto y luego la vista, evocan y transfieren por obra del texto, las imágenes y la edición, el impacto que tuvo su viaje por el suroeste Americano. En aquellos desiertos, los rituales de serpientes en boca de los indígenas y las máscaras de los danzantes, agitaron los recuerdos de Warburg, que perseguido por su esquizofrenia, conjuró miedo y fobias, volviendo, veintisiete años después, a los “relatos de [sus] propios pensamientos sobre recuerdos lejanos” (12). Todo ello durante su estancia en el sanatorio de Bellebeu (1923), lugar en el que escribió la conferencia de Kreuzlinguen, hoy El ritual de la serpiente, para demostrarse a él y a su terapeuta, Ludwig Binswanger, que ya era tiempo de volver al mundo. 

 En el transcurso del viaje (1895-1896), Warburg conoció a dos guías e investigadores que al igual que él, tuvieron ese aire único de los seres apasionados: Matilda Coxe Evans Stevenson (1855-1915 ), primera mujer etnóloga reconocida en los Estados Unidos y, Frank Hamilton Cushing (1857-1900), autodidacta especialista de los indios pueblo. Matilda Coxe incursionó con éxito entre los indios pueblo siendo los Zuñi de quienes recibió mayor empatía al punto de que fue tratada como uno de ellos. Sobresalen sus observaciones sobre los niños, los patrones de crianza, la religión y la simbología. De ella Warburg obtuvo una foto de un altar de la tormenta tallado en madera, en el cual se destacan las serpientes-rayo (22). En cuanto a Cushing, conocido como el blanco que se volvió indígena, una cita del propio Warburg -sobre las palabras que un indio le dijo a Cushing- permite suponer la simpatía -si no es que impresión- que le debió haber producido este particular hombre:


 “¿Por qué razón deberíamos creer que el hombre está por encima del animal? Observa el antílope que es puro correr, y corre mucho y mejor que el hombre, y observa el oso que es la fuerza pura. Los hombres solo hacen en parte lo que el animal es enteramente” (30)


 Tres fueron los rituales observados durante el viaje: La danza de los animales de San Idelfonso, danza de la fecundidad Humiskachina (trigo) y la danza con serpientes. El último de los rituales, en los que son utilizadas serpientes vivas, es el que más le impresionó ya que las serpientes, como símbolos, estaban presentes en el paganismo europeo, tema de su especialidad. Señala Warburg que los ofidios, en la biblia, representan el origen del mal y a la vez símbolo pagano de la divinidad curadora; en la antigüedad clásica el dolor más profundo y en la teología medieval el destino humano. Por ello y en términos del cuestionable evolucionismo spenceriano, se preguntó Warburg: ¿En qué medida puede servirnos el estudio de la concepción pagana del mundo, tal como persiste hasta el día de hoy entre los indios pueblo como parámetro de la evolución humana que transcurre del paganismo primitivo a la modernidad, pasando por el paganismo de la antigüedad clásica? ( 13-14)

 El hilo que persigue Warburg, e identificado por muchos otros antropólogos, es la recurrencia de símbolos análogos en tiempos y espacios diferentes. Dicha tesis de la transculturalidad simbólica, alimentada en su época por ideas del difusionismo y de las “supervivencias” de Taylor, pese a tener argumentos en contra, permitió que se hicieran aseveraciones tan importantes en la teoría antropológica como que existieron y existen culturas análogas desde el punto de vista de sus lógicas particulares, que no son por ello irracionales ni esquizoides y que, además, comparten impresiones y relaciones similares con la naturaleza y la cultura. De ahí que la serpiente de los desiertos fuese interpretada por este erudito como símbolo intercultural: Así, la serpiente resulta ser un símbolo intercultural que responde a la pregunta
¿Cuál es el origen de la destrucción elemental, de la muerte y del sufrimiento en el mundo? […] Podríamos decir que, ahí donde el imponente sufrimiento humano comienza a buscar la salvación, la serpiente como imagen y como explicación de la causalidad no puede estar muy alejada” (60)

 La génesis del pensamiento y de la metodologías expuestas por Warburg para la historia del arte, muy cercanas hoy a las metodologías utilizadas por los estudios culturales, son expuestas con detalle en el epílogo de Ulrich Raulf que acompaña la edición. Allí se encuentran datos de la biografía personal e intelectual de Warburg encabezados por su maestro Usener, experto en historia de las religiones, la revista pionera en la antropología “Zietschrift für Völkerpsichologie und Sprachwissenchaft publicado por Morit Lazarus y Human Stenihal en 1860”(87), los trabajos de Spencer, Bastian, Mannhard, Taylor y Cassirer con quien mantuvo correspondencia.

 Estas lecturas fueron el camino que llevó a Warburg a buena parte de las hipótesis que lo desvelaron toda la vida; así como abono para establecer las relaciones desde diferentes campos de saber. Pese a ello, a su erudición, Warburg fue muy tímido de su propia producción, que como en el caso del texto aquí reseñado, dejo constancia escrita a su asistente, Doctor Saxl, de que no fuera publicado:

 “Esta horrible convulsión de rana decapitada sólo puede ser mostrada a mi querida esposa, y algunas partes también al doctor Embden, a mi hermano Max, y al profesor Cassirer. A éste último desearía pedirle que tome en cuenta, de tener tiempo, los fragmentos comenzados en Estados Unidos. Pero absolutamente nada de esto debe ser publicado” ( Aby Warburg, 26 abril de 1923 carta al doctor Saxl) Si supiera que después de todo la conferencia fue publicada, un poema de Emily Dickinson podría reconfortarlo:
 Qué fastidio ser alguien, que público: como una rana decir el propio nombre Junio entero para una charca admiradora (40)


 Sugerencias bibliográficas: Balaji Mundukur: The cult of the serpent. An interdisciplinary survey of its manifestatiosn, origins, Albany, State University of New York Press. 1983. P 6.

Warburg, Aby. El ritual de la serpiente.
Trad. Etorena Homaeche Joaquín.
 México: Sexto piso, 2008


 PD: Hacer una reseña de este texto fue un despropósito después de la perfecta reseña lograda por Roberto Calasso que está además en la contracarátula del libro. Pese a ello, como no decir nada luego de visitar el Kilimanjaro.

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