En el tiempo que RH moreno Durán vivió en España logró apilar tantos libros como para habitar exclusivamente un apartamento con ellos. Eran tantos y tan pesados, que antes de regresar a Colombia RH decidió acordar con el casero la renta mensual para que le guardase su biblioteca. Años después, a su regreso, RH encontró el apartamento vacío, el casero muerto y un nuevo librero en la zona.
Pocos han sido los hombres que han trasteado sus bibliotecas cuando estas superan los 10.000 tomos. Quien ama los libros y quiere apilarlos sueña con los libros como con una biblioteca de bellas estanterías que le pertenezca hasta su muerte y sobre todo que estén muy cerca de su casa, si no es que dentro de ella misma. De no tener un lugar propio para resguardarlos llevará a cuestas el peso del conocimiento que se hace odioso hasta el fastidio cuando debe ser cargado en cientos de cajitas. Y no es que las bibliotecas sean inamovibles, lo que pasa es que es preferible divertirse una tarde poniendo autores que se odian uno al lado del otro, historias que parecen continuación de una más grande, que llevarlos en cientos de cajas pesadísimas de un país a otro y luego de regreso. Porque rearmar una biblioteca en otro lugar que no sea el que la vio levantarse es como la historia del edificio que corrieron un par de metros en el centro de la ciudad de Bogotá: un suceso insólito.
Ese destino insólito fue el destino de una de las bibliotecas más raras y curiosas que existe en Europa: la biblioteca de Aby Warburg. Esta biblioteca cuya colección consagró una buena parte de documentos y libros sobre América, pasó de su ciudad natal Hamburgo a Londres so pena de desaparecer entre las guerras. Aunque fueron nobles los motivos de su traslado, pasados los años la biblioteca no regresó a su casa natal, como no regresarán jamás las urnas funerarias a Egipto, los códices de México, el poporo a Colombia. Como pasa con buena parte de los tesoros, estos quedan en manos inglesas o forasteras, porque ellos (los arqueólogos, los bibliotecólogos, los restauradores) saben lo que tienen entre manos.
Aby Warburg
La figura de Aby Warburg con los años entró en la escena. Maestro en silencio de grandes historiadores del arte como Panofsky o Grombich, Warburg fue uno de los pioneros de la investigación iconográfica y simbólica en el arte del renacimiento, en el que tejió un conocimiento sistemático (e intuitivo) para desentrañar detrás de la imagen ( por medio de la decodificación) los vehículos de la historia de las culturas, la supervivencias de lo antiguo.
Hijo de una adinerada familia Alemana dedicada a los negocios, desde temprana edad Warburg cedió sus derechos de primogénito a un hermano a cambio de que este financiara los estudios y las compras de libros que se le antojasen durante su vida. Nacido en el año de 1866, Warburg estudió historia del Arte en Bonn y luego se trasladó a Italia, donde encontró los temas que lo apasionarían el resto de sus días y sobre los que escribiría sin número de notas y artículos inacabados. Entre sus obras favoritas y a las cuales les dedicó su tesis está “La Venus” y “La primavera” de Boticelli. Aunque nos pareciese ahora algo natural, Warburg fue el primero en teorizar sobre los cabellos revueltos de las hermosas mujeres de Boticelli. A partir de este detalle Warburg discutió el movimiento logrado por este pintor a través de los cabellos ondulados, los vestidos levantados por el viento que llevaban las mujeres como ninfas que lo entretuvieron buena parte de su vida.
Este investigador que hace las veces de detective, tiene el mérito de ser uno de los pioneros en detenerse en detalles que a la vista parecen insignificantes (muy al estilo de Sherlock Holmes), como son los gestos, posturas, recurrencias de imágenes antiguas dentro de obras de arte. Este método de rastreo de signos, señales o más conocidos como indicios o pequeñas huellas, no deja de ser en nuestros días un camino lleno de encuentros sobre la historia de las culturas.
Atlas Nemoysine
Detrás de este curioso bibliófilo e investigador de curiosidades se descubre una necesidad de organizar sus conocimientos en red. Aunque el intento de ordenación inspirará a más de un bibliotecólogo moderno, Warburg propuso un método de orden que es casi que imposible en una biblioteca a no ser que sea personal. Warburg consideraba que los libros deberían ser organizados por vecindades, es decir que junto al libro que se busca debería estar el que se necesita .Este tipo de organización tenía en cuenta las relaciones entre los temas y no la agrupación de libros sobre un mismo tema. Tristemente en su trasteo a Londres no se conservó el orden que el mismo había dado, una organización que en sí misma hubiese sido una investigación sobre la manera como un hombre establecía las relaciones entre el conocimiento.
Sin embargo con el tiempo su prioridad dejó de ser exclusivamente los libros y se dedicó a coleccionar genealogías de imágenes. Seguramente si viviese entre nosotros Warburg, tendría una galería inimaginable en FLICKR, trataría con habilidad el Photoshop y en su casa tendría cientos de recortes de revistas, reproducciones de obras de su interés, monas de álbumes y si tuviese la misma fortuna seguro tendría una envidiable colección de arte. Pero como en su época no existían álbumes digitales, Warburg ideó un Atlas nemoysine que eran soportes murales portátiles (algo así como una cartelera) donde colgaba imágenes intercambiables de las más diversas procedencias, según avanzaban sus descubrimientos de relaciones, procedencias, préstamos iconográficos a través del tiempo.
Próximas entradas
En las próximas entradas trataré con más detalle algunos de los artículos de Warburg traducidos al español en especial el tema de las Venus o ninfas, que son desde el renacimiento uno de los referentes estéticos de la mujer en occidente.
M.J.E
9.16.2009
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