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Serpiente de la eternidad |
7.29.2011
Serpiente de dos Cabezas
7.06.2011
Cose che la natura fá per istranezza: La Jirafa de Piero de Cósimo
Piero di Cosimo odiaba el sonido de las campanas, los jardines sin maleza y los viajes. En su vida, según sus biógrafos, viajó una sola vez a Roma; los demás años los pasó en Florencia, ciudad de ciudades que le bastó para ver todo lo inimaginado y para sufrir los cambios de una época que se le hacía a un hombre de su temperamento, desmedidos. A Piero di Cosimo lo conocí por Panofsky; A Panofsky por un folletín sobre emblemática y por una lectura de Hiriart y a Hiriart por la voz de Bhör que me compartió la historia de Pandora. Pero esta reciente presentación, la de Cósimo y la de Panofsky, ofrece a horas y días de descubierta, historias mínimas para toda la vida. He ahí la historia de la Jirafa que se partió el cuello en Florencia.
12.03.2010
Una curiosidad Etiope: Un monstruo mitad hombre, mitad perro
8.19.2009
La mala suerte de un editor mal editado
Hay libros que de no ser por su maravilloso contenido y su logrado esfuerzo editorial no se les perdonaría su fealdad. El libro merece, por ser libro, ser hermoso, tener una tipografía que conquiste el ojo, una diagramación que permita tomarse un respiro, un papel que provoque tocar cual si fuese un armiño y una portada de tapa dura o blanda que seduzca como seducen las fresas maduras, a la vista, el tacto, el gusto y el olfato. Ser feo para un libro es el peor de sus destinos pues como objeto que además de adornar instruye, no contar con la gracia que conquista puede significarle su olvido o el anonimato. Hay sencillas portadas sin más que dos franjas de color, el caso de la selección de ensayo de Siruela, que son además de llamativas por su alto contrastes, deliciosos como un chocolate temperado. En rosa encendido, que algunos llaman fucsia y un azul oscuro, la portada del ensayo de María Zambrano “Los sueños y el tiempo”, no podía haber tenido mejor mecenas. Fino papel, excelente tipografía y esa seductora portada me hicieron hace ya un tiempo comprarlo aunque no hubiese leído el ensayo. Amor a primera vista, creo yo. Pero no todos cuentan con la misma suerte. Otros libros por el contrario no provocan a la vista. Suelo dejarme conquistar por las bellas apariencias pero reconozco que hay editoriales cuya aburrida cola de formalidad la tienen bien larga y en ese caso no queda más que ser curiosa antes de prejuiciosa. Para el caso, existe cerca de mi pueblo una de las editoriales de curiosidades más mal presentadas que de no ser por el amor que profeso a los libros, seguro que pasaría por alto sus títulos en un arrume de saldos en un pulguero, donde siempre hay ocasión de cazar una piedra preciosa desgastada por el tiempo. La imprenta patriótica del instituto Caro y Cuervo, la editorial que contrata profesionales de la mejor calidad menos un diseñador, queda en la falda de la montaña llamada Yerbabuena. El catálogo de esta imprenta llena de disquisiciones sobre el lenguaje tiene entre sus listas un par de fresas silvestres escondidas dentro de la maleza propia de sus insípidas portadas. Verdes hospital, amarillo bilis o en el peor de los casos color arequipe con letras verdes y una horrorosa letra mayúscula, estos libros de tapa de cartón cartulina plastificada los salva, como a los hombres feos, la riqueza que llevan por dentro. Así fue que me dejé seducir por el título de un libro cuyo encanto he tenido que descubrir con pinzas aunque es sin dudas un tesoro. En entradas anteriores comenté algo sobre el grabador Teodoro de Bry y en esta ocasión averigüé un poco más de este grabados, dibujante y editor flamenco que ejerció las veces de falso cronista de América. Revisados un par de libros y recomendé la excelente obra de América editada por Siruela en tamaño descomunal y a todo color que contiene todas los grabados de este artista, sin embargo traigo en esta oportunidad desde la biblioteca, un libro del Caro y Cuervo color Arequipe que no le hace honor (en cuanto a la presentaciòn del libro) al antiguo editor que en su època publico cada obra como si fuese una copia única, una obra de arte. No insistiré más en sus cuestionables faltas estéticas y paso a contar un poco de sus encantos escondidos.
Idea Verdadera y Genuina de todas las principales historias y de los varios ritos, ceremonias y costumbres de los habitantes de las Indias; lo mismo que de las principales ciudades e islas y fortaleza o defensa: de las cuales se trata en esta parte novena de las historias de la América o india Occidental.
En el siglo XVII la brevedad no era precisamente una preocupación de los escritores y menso de los editores. Este provocador título de Verdadera y Genuina historia cuyo autor es el ya nombrado Theodoro de Bry (otros escriben Teodoro) no escatima en presumir de sus dotes artísticos al agregar que: “A este diseño histórico, con el objeto de un fácil entendimiento y mayor placer se ha anexado y añadido un buen número de dibujos, grabados con el arte más exquisito” A costa, cuidado y diligencia de Theodoro de Bry, y muerto él, de su viuda sobreviviente, y de sus hijos Teodoro y Juan Israel. En Francfort . Imprenta de Teodoro Becker. 1602 Se imaginaran entonces que estos libros desde la portada con delicados adornos merecían ser a un buen tamaño. La genuina historia editada e ilustrada por el hombre que nunca estuvo en América Aunque lleva su tiempo leer el título, más cuando la copia facsímil editada por el Caro y Cuervo conserva del original los apartes en Latín bajo traducidos en seguida por del padre Jesuita Manuel Briceño Áuregui. Todo ellos insta a repasar los casos del latí y aprender si da la ocasión una nueva palabra en latín. El autor del texto en Latín, de Bry, fue en su juventud discípulo de Durero, de quien aprendió el grabado con madera. En medio de sus aprendizajes el grabador de América sufrió la persecución por el imperio español por loque tuvo que estar siempre en ciudades que profesasen el protestantismo. De Bry vivió en Strasburgo, Francfort del Main y en Londres. En aquel entonces a España y su imperio que ya llegaba hasta Alemania no le bastaron las almas de América sino que el imperio se propuso emprender la cruzada Europea de exterminio de protestantes, judíos y hugonotes. Muchos de los no cristianos se vieron obligados a exiliarse en Holanda, ciudades Alemanas protestantes o Inglaterra. Situación que propició que excelentes grabadores, ilustradores, editores e impresores de libros convergieran en las mismas ciudades. En la “Vera et Genvina”, descubrimos bajo la luz del estudio riguroso de Áuregui (Traductor) y Luis Carlos Mantilla (prologuista del libro), que la ofensa española era tal que de Bry tomó partes completas de la “Historia natural y Moral de las Indias” [publicada en 1590] del padre Jesuita José de Acosta [1540-1606], aunque nunca lo menciona. El encuentro de dos artistas, De Bry con sus dibujos y Acosta con su historia, pese a sus diferencias de credo, se corresponden como para encontrarse en una misma obra. Dejo entonces un fragmento (el original cuenta con 25 grabados y la edición del Caro y Cuervo con 14) sobre el animal que creyeron los españoles era un camello y que en América se llama, “llama”.
DE LAS OVEJAS DE LAS INDIAS QUE DE LAS MONTAÑAS TRANSPORTAN LOS METALES
La provincia del Perú tiene una especie de peculiar de ovejas, que los indios denominan llamas. De todas ella, fuera de que la carne les sirve de comida y tejen vestidos de lana, también un uso importante es que son muy cómodas en lugar de caballos o de asnos para llevar carga. Les acomodan encima cuanto peso deben transportar lejos. Ellas mismas acarrean de las minas de plata que trasladan de Potosí a Arica, en una distancia de setenta millas. Andan en caravana hasta de trescientas y cuatroscientas de una vez. Y no necesitan muchos conductores o guías: y en un día avanzan más o menos cuatroscientas millas. Dichos animales no son en manera alguna dispendiosos para los amos. Porque ni llevan monturas, ni necesitan frenos, ni herraduras en los cascos, ni se alimentan de otro con otro pasto distinto del que pacen en los cmapos. Pero los que las conducen, cuidan con mucha diligencia de no ofender lo más mínimo a ninguna de ellas: porque si una se enoja y se echa al suelo, entonces ni con amenazas ni aun con golpes la pueden levantar para que prosiga el camino. Sino que es absolutamente necesario que de los compañeros alguien le eche al suelo cerca del animal y en esta posición pase dos o tres horas acariciándola con palabras amables hasta que se levante y termine al jornada. Pero si por casualidad en cualquier parte se escapare alguna por los montes, entonces para traerla no queda más remedio ni otra manera que disparar una bala de escopeta para espantarla así de las cimas de los montes.
Apartes de José de Acosta sobre las Llamas:
8.03.2009
¿Cómo engañar al Orocome?
Teodoro de Bry
Además de los capuchinos, los dominicos, mercedarios y franciscanos, los jesuitas alcanzaron buena parte de la Amazonía en tiempos de la conquista y la colonia de América antes de su expulsión en 1767. Famoso entre los jesuitas fue el padre Samuel Fritz quien hizo el mapa del surco del Amazonas en el año de 1717. Sin más cosas que una brújula y un agudo sentido de orientación y de detalle, este padre, que los portugueses acusaron de espionaje, logró un registro geográfico muy cercano al mapa que años más tarde realizaría la misión geodésica francesa liderada por el ilustrado Charles Marie La Condaminine.
La fama de los jesuitas, incluido Fritz, se debió a su despierto interés en la Amazonía y su aguda percepción cuyos testimonios son las crónicas, cartas e informes en los que el lector casual, el historiador o el etnógrafo pueden apreciar los detalles, datos curiosos y enigmas americanos de aquel siglo XVI, XVII y XVIII, más allá de las usuales condenas que solían [y suelen] predicar los sacerdotes a las sociedades indígenas.
En esta ocasión guardo en esta bitácora un aparte de la selección de “Cartas edificantes y Curiosas que se refieren a las Misiones del Amazonas, según la edición de Madrid (1753-1757), por el Padre Diego Davin S.J” (1942) en cuyo interior encontré un pasaje sobre un animal llamado Orocome que deja al lector la posibilidad de creer en mi aseveración de la aguda percepción de los jesuitas o que bien puede debatirla. El animal aquel, que dice el padre jesuita autor de la carta que existía según los Moxos (un pueblo indígena del Amazonas), es una joya del animalario americano que guardo entre mis curiosidades. Los Moxos vivieron en zona tórrida y llana inundada cuatro meses por año muy seguramente en zona selvática cercana a un caudaloso río. En ciertas épocas del año dice en la carta, llegaban hasta allí vientos fríos del sur que hacía del clima indeseado. Caliente y húmedo y otras veces muy frío, en el país de los Moxos sus habitantes vivían de “la pesca la caza y de algunas raíces que produce el país con abundancia”. De bárbaras costumbres, entre ellos no había ley ni gobierno, ni policía. Nadie mandaba ni nadie obedecía, se practicaba el infanticidio, se condenaba a los gemelos enterrando uno de ellos y era costumbre establecida que el marido siguiera a la mujer donde quisiera que fuese esta a vivir. Primer pueblo en ser evangelizado en esa tierra y cuyo rastro etnohistórico desconozco, los jesuitas tuvieron oportunidad de conocer sus historias en cuanto aprendieron su lengua. Entre las muchas historias que escucharon de boca de hombres y mujeres de este pueblo está el relato del Orocome que acompaño con un detalle de la ilustración de Teodoro de Bry* el ilustrador de América que nunca conoció estas tierras y que al final de sus días a falta de informantes de América que trajesen ilustraciones, se sirvió de la imaginación y de los relatos antiguos para grabar las imágenes del nuevo mundo lleno de animales fantásticos, tribus caníbales mujeres amazonas, hombres sin cabezas. Este animal que incluyo y que grabó Bry bien podría ser un retrato hablado de este curioso Orocome
“Es grande como un perro, su pelo es rojo, su nariz puntiaguda y sus dientes muy afilados. Si encuentra con un indio desarmado le acomete y le echa en tierra sin hacerle mal, con tal que tenga la precaución de hacerse el muerto. Revuelve entonces el Orocome el indio, registra con cuidado todas las partes del cuerpo, y como convencido que está muerto en realidad, como lo parece, lo cubre de pajas y de hojas y se entra en lo más espeso del bosque. El indio escapado del peligro se levanta al punto y sube sobre un árbol, de donde poco después ve volver al animal acompañado de un tigre que al parecer había convidado a participar de la presa; pero no hallándola, da alaridos formidables, mirando a su compañero, como dándole a entender el sentimiento que tiene de haberle engañado”
*La editorial Ciruela, publicó hace unos años un libro titulado “América de Bry” en cuyas páginas se pueden apreciar 342 reproducciones a color y blanco y negro de los grabados de Bry publicados entre 1590-1634. Bibliografía: Cartas del Amazonas escritas por los misioneros de la compañía de Jesús de 1705-1754.
Edición revisada por Juan B. Bueno Medina. Prensa de la biblioteca Nacional. Bogotá 1942. Reimpresión de las "Cartas edificantes y Curiosas que se refieren a las Misiones del Amazonas, según la edición de Madrid (1753-1757), por le Padre Diego Davin S.J.
7.20.2009
Arte Popular Hindú: un curioso Animalario
7.06.2009
Pelea de Tigre con burro amarrao
EL BURRO OBANDO: CURIOSIDADES DEL YARÍ
Aunque temidos y famosos por su rapidez y fuerza insuperables, un primo del tigre ahogado tuvo increíble y fatal disputa con un burro. Aunque no hay testigos de vistas, las marcas en el cuerpo de los implicados señala algunos pormenores de lo sucedido. Cuentan los indios del Yaguara, que el tigre tenía asediado el caserío y comía gallina, perro, vaca, ternero y mujer a su antojo. Sin ningún rezo para espantar el tigre, pues en la comunidad ya no hay taita, ni brujo, no hubo más remedio que cazarlo poniéndole como presa al burro. El burro Obando, con el presentimiento de la muerte que le llega primero a los que otros tienen por tontos, empacó su enojo y a paso lento calculó el tamaño de la traición de su dueño, que lo dejaba sin más en la infinita sabana, a la buena de Dios. Esa tarde cargadas de nubes que avisan una tormenta eléctrica, dejó el dueño del Burro, al burro, amarrado en una palmera. Al otro día, los hombres de la comunidad fueron hasta el escarpado para ver si el tigre indigestado después de haber tragado a su última presa, descansaba por las cercanías, para ser dado de baja en pleno trabajo digestivo. En la palmera a lo lejos, el burro. De cerca, los ojos rojos de enojo, furia y adrenalina del burro y par de arañazos de tigre por el pecho. De camino al caserío otros hombres dieron muerte al tigre que turuleco por un par de patadas bien puestas que por la forma estaba claro se las había propiciado Obando, el burro, en la cabeza, vagaba para que se cumpliera el destino que habían prescrito los Indios: su muerte.